¿Y si les preguntamos a ellos?

En el reto de la unidad 1 del MOOC Educación en Gobierno Abierto, se nos pide que compartamos una experiencia personal en relación con la temática del curso. Comparto a continuación una experiencia de cambio vivida en primera persona y directamente relacionada con el fomento de la participación en una comunidad educativa:

Finalizaba el curso escolar 2003/2004, yo llevaba 7 años como docente y 6 en el mismo centro, en el que había ocupado distintos cargos (Jefe del Departamento de Música, Jefe del Departamento de Actividades Complementarias y Extraescolares, Coordinador del Programa de Apertura del Centro a la Comunidad, Representante del Profesorado en el Consejo Escolar). En ese momento me planteaban la posibilidad de incorporarme el Equipo Directivo como Jefe de Estudios y me preguntaban sobre los cambios que yo introduciría en el centro.

Debo señalar que heredaba el trabajo de la jefatura de estudios que había sabido hacer frente a la realidad cotidiana de un centro rural, con unos 400 alumnos, no especialmente conflictivo y en el que el mayor problema era la falta de una cultura de esfuerzo y la poca implicación de las familias (en muchos casos, debida a la escasa formación). Una jefatura de estudios que, durante mis 7 años de trabajo en el centro, se había mostrado coherente, competente y bien articulada para dar respuesta a las necesidades de la institución.

Pero había algo que, en mi opinión, no acababa de funcionar: un patio excesivamente gris, unos cuartos de baño de alumnos sin las mínimas condiciones, unos alumnos y unas familias que apenas tenían contacto con el equipo directivo cuando era para llamarles la atención sobre algún incidente de su hij@.


Plantee entonces dos propuestas: 1) conocer a las familias de todo el alumnado que se incorporaba a 1º ESO (lo cual no era especialmente difícil tratándose de un centro de línea 2) y 2) escuchar lo que los alumnos tenían que decir sobre el centro. Aunque habría mucho que contar en relación a la primera propuesta, voy a centrarme en la segunda ya que me parece un buen ejemplo de apertura y participación.

Al principio tuve que luchar contra el escepticismo de compañeros (incluso dentro del propio equipo directivo). La idea era clara, queríamos dar la palabra al alumnado, dotarles de un presupuesto específico para sus peticiones, escuchar lo que tenían que decir en relación a las instalaciones del centro y a qué estaban dispuestos a comprometerse. Preparamos cuestionarios, involucramos a los delegados en la difusión de nuestra propuesta y obtuvimos sus respuestas: nada extraño o fuera de sentido común, cosas tan sencillas y tan obvias como tener puertas con pestillo, papel, espejos o jabón en los cuartos de baño, además de otras como mesas de pimpón y otras formas de ocio activo para los tiempos de recreo (si bien son cosas obvias lo cierto es que, por mi experiencia, no son tan habituales en muchos centros educativos en los que los alumnos se encierran en los baños, utilizan el papel para atascar los retretes, rompen los espejos, etc.).


Cumplimos con nuestra palabra, les dimos lo que habían pedido dentro del presupuesto asignado y, a la vez, les hicimos responsables de su uso. La experiencia resultó un éxito, los alumnos se sintieron escuchados y respetados, se sintieron parte de la institución y cumplieron con su parte, en cuanto al cuidado y el mantenimiento de las instalaciones. Al mismo tiempo, muchos docentes abrieron su mente, dejaron de lado sus prejuicios y se implicaron en el cambio. Un cambio que ha llevado a una evolución exponencial (con Premio Nacional al Fomento de la Convivencia Escolar, 2013, incluido) y, aunque hace ya 8 años que no trabajo en el IES Selgas, sigo el proceso con interés y mucho cariño.

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