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Sí, este verano ha hecho mucho calor y, además, estamos en medio de una crisis mundial derivada, en parte, de una acción militar que, tal vez, podría tener como consecuencia un desastre nuclear; pero si un tema me ha traído de cabeza es el del crecimiento de la población.

De forma casual, antes del verano di con Worldometer y con su contador y lo que en principio fue una sorpresa inquietante (el hecho de confirmar que en breve alcanzaremos los 8.000 millones de personas en nuestro planeta -supuestamente, el 15 de noviembre de 2022-) llegó a un punto desconcertante cuando, al llegar al final de la página, descubrí que cuando yo nací, en la década de 1970, éramos 4.000 millones (de hecho, en esta web del Banco Mundial, señalan que en 1971 éramos 3.760 millones de personas en el mundo). De manera brutal choqué con la terrible realidad: en el corto periodo de tiempo de mi vida, en apenas 50 años, la población mundial se ha duplicado. 

Domingo, 4 de septiembre de 2022 (19:16 horas)
No voy a decir que el tema me haya obsesionado pero sí debo reconocer que ha estado presente en muchas conversaciones (con familia, amigos...) Es un hecho, la esperanza de vida se alarga y, aunque no es el caso de España -y mucho menos de Asturias-, sigue habiendo países donde la tasa de natalidad es muy alta. 

Otro día hablaré de los datos, de su visualización y del optimismo en su interpretación -que nos lleva a pensar que el aumento de la esperanza de vida o de los ingresos medios suponen una mejor calidad de vida-, pero dejadme que os cuente que hoy he acudido a la que considero como -casi- mi segunda casa en Madrid, el Espacio Fundación Telefónica, y he disfrutado del optimismo práctico -y casi mágico- que transmite la obra de Liam Young.

Liam Young es un arquitecto y cineasta australiano que explora el futuro y el impacto -no siempre negativo- que la tecnología puede tener en el ser humano (y, por extensión, en el futuro del planeta) y lo hace de una manera original, mezclando la arquitectura, la ciencia, el diseño, y un mundo visual muy próximo a la estética del videojuego.

A través de una serie de vídeo instalaciones, la exposición nos hace reflexionar sobre temas tan importantes y candentes como la privacidad (en un mundo plagado de drones, de coches autónomos y cámaras de vigilancia que, usando técnicas de reconocimiento facial, exploran cada uno de nuestros movimientos), la explotación de los recursos del planeta (con un apasionante vídeo en el que se plantea la posibilidad -ya real- de crear de forma industrial los alimentos del futuro), el cambio climático o la forma como nos relacionamos (entre nosotros y con el medio que nos rodea -prestando especial atención a las ciudades-). 


¿Será posible unir fuerzas para recuperar el CO2 vertido a la atmósfera?, ¿será posible reconfigurar las ciudades para que se conviertan en espacios habitables y eficientes en el uso de las energías? y, ¿qué será del espacio?

Evidentemente,  la solución no es sencilla, los cambios se producen a una velocidad de vértigo y la cifra de 10.000 millones de habitantes está a la vuelta de la esquina, pero al menos la experiencia vivida en la 4ª planta del Espacio Fundación Telefónica me ha dejado mucho en qué pensar y, sí, un agradable sabor de boca: a pesar de todas las noticias negativas, de catástrofes y predicciones aterradoras, es posible cambiar las cosas, y hay personas que se atreven a visualizar con cierto optimismo ese futuro, a buscar alternativas y plasmarlas en imágenes bellas y casi hipnóticas.


'Liam Young. Construir mundos', en el Espacio Fundación Telefónica hasta el 20 de noviembre de 2022 (cuando ya seremos, supuestamente, 8.000 millones de personas en el mundo). Una exposición para disfrutar con calma. Yo no me la perdería.



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